Visión cristiana del ser humano

La división más profunda de la historia del pensamiento en occidente la marca el cristianismo. El cristianismo no es una filosofía, pero ha modificado los supuestos y la situación desde los cuales tiene que filosofar. El cristianismo se desarrolla en una cultura donde predominaba la visión griega del ser humano, una visión humanista, demasiado humanista. Para darse cuenta de la transformación que va a ocurrir en occidente con la intronización de las ideas cristianas te presentaré primero la visión que predominaba en las escuelas filosóficas de esa época sobre el ser humano.

Pensamiento griego: Unidimensionalidad

El griego piensa sobre su naturaleza y la define

De acuerdo a la cultura griega el ser humano es una realidad unidimensional, comprensible, natural (lo percibe como naturaleza, la forma más excelente de la naturaleza), cerrada y finalizada en sí misma. El ser humano empieza y muere en sí mismo, se piensa y se define como "la medida de todas las cosas" (casi un dios con todas las de la ley) o "un animal racional y político".

El griego define su naturaleza para cumplir con ella

La definición del ser humano tiene matices éticos. No se define la naturaleza humana por puro saber, sino más bien para actuar de acuerdo a esa definición. La meta última será cumplir con la naturaleza definida a priori. La perfección, inserta en la naturaleza, y la autorrealización del ser humano está a su alcance, sin necesidad de poderes y voluntades ajenas a su naturaleza o que podrían situarse sobre su naturaleza. Lo que no es natural, lo sobre-natural, lo inalcanzable está demás o no es humano. La realidad metafísica griega tiene su ser en sí desde el principio, el movimiento es un acto intelectual: en la potencia ya está presente toda su condición de ser. Toda la realidad ya está manifiesta.

El griego apuesta por la quietud y la autonomía

En su lucha por la plenitud y el dominio de todo su ser (autoperfección), las escuelas griegas de mayor influencia, como la estoica y la hedonista, tomaron una ruta que en algunos aspectos estaba siendo probada en Oriente: la ruta de la ascética, de la renuncia para alcanzar la dicha del autogobierno, la quietud e imperturbabilidad.

Todo aquello que perturba el espíritu, como los deseos y la esperanza deben sacarse del sistema.

Esta práctica se ve refrendada por el mito de la Caja de Pandora: cuando Pandora, hambrienta de curiosidad, abrió la caja empezaron a salir como rayos y centellas los males que actualmente aquejan a la humanidad. Al darse cuenta de lo que estaba haciendo cerró inmediatamente la caja para evitar que siguieran saliendo más males. Hubo un mal que no salió, y fue la esperanza.

También desarrollaron una terapia racional para lidiar con los deseos y la esperanza: el cambio de pensamiento y la ridiculización imaginaria. Lo que agita y perturba al ser humano no son las cosas, nadie ni nada de lo que le rodea, sino lo que piensa sobre las cosas y las personas. Si tienes ganas de un pescado sabroso, el cual no está a tu alcance, piensa que el pescado está podrido. La zorra de la fábula percibe un racimo de uvas maduras, le vienen deseos perturbadores de comerlas, pero no alcanza; entonces es que se dice "están verdes".

Nuevo paradigma en la visión del ser humano: Bidimensionalidad

El cristianismo trae una idea totalmente nueva y que da sentido a la existencia del mundo y del hombre: la creación. Criatura quiere decir creado. La criatura es hecha de la nada por Dios. El ser humano por ser hecho de la nada ve su vida comp proyecto. Hace su historia, se inventa a sí mismo, es una realidad histórica. Bajo esta visión se da la posibilidad histórica de transformar la realidad (para el griego, criatura era igual que realidad generada que sólo hay que vislumbrarla o descubrirla y cumplir con ella, conforme a la razón). En el cristianismo hay que dar razón de sí y de las cosas (guardián): constante recreación de sí mismo, es criatura de sí misma. El cristiano tiene que dar cuenta de todo lo creado, da sentido, crea el mundo, en lugar de contemplar lo dado.

El problema del griego era el movimiento, las cosas son problemáticas porque se mueven: lo que se opone al ser es el no ser, el no ser lo que se es. Desde el cristianismo lo que amenaza al ser es la nada: el mundo es una nada que pretende ser. Ser para un griego es estar ahí (lo dado, lo culminado); para el cristiano ser es noser una nada. Para el griego no era cuestión la existencia de todas las cosas; para el cristiano eso es lo extraño, la existencia requiere explicación y justificación: que existan, las cosas, cuyo ser es recibido, contingente, podrían no ser.

Con el cristianismo surge una nueva cosmovisión y, por consiguiente nueva anthropología. El hombre ya no es la forma más excelente (parte) de la naturaleza, como en el pensamiento griego; sino que es sacado de la naturaleza. Toda realidad, incluyendo el ser humano, es pensada originalmente por un Ser que trasciende todo ser. Por consiguiente, cualquier pregunta que se haga sobre la naturaleza del ser humano, como la de ¿qué es el ser humano?, hay que remitirla a ese Ser. La pregunta indedependiente de "¿qué soy yo", se ha transformado en una pregunta de quien pide ayuda: "¿Señor, qué soy yo". Y el Señor responde.

La definición inalcanzable

El cristianismo, en los albores del imperio romano, entrega a occidente una nueva conceptualización del ser humano. El pensador cristiano percibe al ser humano no sólo como naturaleza, sino también como sobretnaturaleza. La realidad humana queda penetrada por la divinidad. ("imagen y semejanza de Dios"), sobrecargando el aspecto de sobrenaturaleza. El centro de mi ser no es lo natural (lo real), es lo sobrenatural. La concepción cristiana es de tensión frente a lo real; es una concepción histórica (inmanente) y ahistórica (trascendente). Por lo que ahora, para que el ser humano logre su realización o perfección, será necesario cumplir con estas dos dimensiones: la natural y la sobrenatural. Los pensadores cristianos asumirán la posición de que el ser humano de ninguna forma puede cumplir con las exigencias de la dimensión sobrenatural, e incluso, insinúan otros, tampoco con las exigencias de la dimsión natural. El pecado original dejó al ser humano tan mal herido que le incapacitó responder por cuenta propia y con éxito a las exigencias de la naturaleza humana y sobre todo a las exigencias de la sobrenaturaleza.

El ser humano es y quiere ser lo que no puede ser. Pelagio, pensador cristiano del s. IV, hizo un gran esfuerzo por rescatar el humanismo griego afirmando que el ser humano tiene la capacidad y el poder autónomo para iniciar y alcanzar la perfección en ambas dimensiones: la natural y sobrenatural. Sus escritos fueron prohibidos y clasificados como heréticos.

El ser humano bidimensional

Los pensadores que mejor representan y sitetizan la antropología cristiana son sin duda San Agustín (s. IV) y el padre agustino Martín Lutero (s. XV-XVI). Agustín afirmaba que el individuo está dividido y agitado por dos amores: el amor a Dios, dimensión sobrenatural ("Amor Dei") y el amor a las cosas, dimensión natural ("Amor sui"). La preferencia por uno de estos dos amores definen y deciden su humanización o deshumanización. "Mi amor, decía, es mi fuerza de gravitación" ("Amor meus, pondus meum"); si amo a las cosas me cosifico y deshumanizo, si amo a Dios me transciendo y humanizo. Para Agustín, el amor a Dios es amor de Dios. Yo no soy bueno porque amo a Dios, sino porque Dios me ama, solía decir.

Lutero, quien traduce e irreconcilia el amor a Dios de Agustín por reino de Dios, y el amor a las cosas por reino terrenal, representa de forma más gráfica y bélica la bidimensionalidad humana. Se imagina al alma humana, es decir, al ser humano, como un jumento que carga siempre (nunca camina solo, no es posible la autonomía ni la independencia humanas) con uno de estos dos jinetes: Dios o el Diablo. El ser humano está condenado a ser esclavo o de Dios o del Diablo. "Ser libre es ser esclavo de Dios", dirá San Agustín.

Con la imagen de Lutero en mente, puede decirse que el ser humano es un animal (sic) espoleado por dos realidades sobrenaturales, por Dios o por el Diablo. La intronización de estas dos realidades en el alma determinan su humanización (salvación) o deshumanización (condenación).

La esperanza y la inquietud o la insaciabilidad

Lo que es dado por naturaleza no siempre es lo que debe ser: lo que debe ser viene dado por la ley cristiana. La aspiración al deber ser (esperanza, trascendencia; la idea de esperanza descubre el tiempo) es inherente al cristiano.

La perfección no está inserta en la naturaleza, no es humanamente alcanzable, como en el caso de los griegos. La perfección es trascendente y al mismo tiempo inmanente: se construye a través de una realización histórica. Ninguna acción exigida necesariamente por el supuesto de la creación es suficiente. El cristianismo es siempre acción exigida por Dios.: el cristiano está en la historia para superar la historia. El cristianismo es un constate hacer para hacer posible la vía al reino de los cielos. El cristiano no puede ser algo estable, contemplativo. Todo orden natural es alterable por la exigencia de la trascendencia. Al cristiano se le plantea la posibilidad de hacer de nuevo las cosas. "Esto no está bien". "Esto no es suficiente".

La esperanza, alimentada por la necesidad, la inconformidad e insatisfacción de la situación presente, asi como por el deseo de otra vida mejor, inalcanzable en el tiempo y en elespacio, se ha convertido en la razón de ser de una lucha a brazo partido, desesperada (el que espera, desespera) y sin tregua, entre el bien y el mal, entre el ser y el no ser. El dinamismo de la espera, asi como la inquietud que genera serán integrados a todas las áreas de la existencia humana de por vida. "Mi corazón está inquieto, y sólo se aquietará cuando descanse en Ti", dirá y seguirá diciendo San Agustín:

"No te contentes nunca con lo que eres, si quieres llegar a ser lo que no eres. Setirte satisfecho es pararte en el camino y cuando dices: basta, es que estás muerto. Progresa siempre, camina siempre, avanza siempre" (Sermo 169).

El espíritu del cristianismo y la civilización occidental

Esta conceptualización del ser humano como dependiente y siervo (por no decir esclavo) para siempre de una de las dos realidades metahistóricas, a pesar de los intentos por superarla en occidente (recuérdese el vitalismo, el positivismo y el existencialismo), ha marcado la trayectoria de la civilización de occidente hasta nuestros días.

El espíritu del cristianismo en la economía

Del cristianismo arranca la idea de progreso, la actividad creadora. La concepción cristiana es una concepción activa frente al mundo real (La concepción helénica es de contemplación frente al mundo). El hombre frente a las cosas no es de armonía dando origen a la idea de progreso. Allí donde el griego decía: acéptalo, cumple con tu naturaleza, conforme a la razón,;el cristiano dirá: esto no está bien. La idea de insatisfacción y de inquietud le acompañarán hasta la tumba. El desarrollo de los sistemas económicos de occidente (capitalismo y socialismo) serían incomprensibles sin la presencia del espíritu cristiano.

Para el griego, la propiedad era un medio necesario, metafísico, para un fin. En el cristianismo, la propiedad es un hacer de Dios creando. Propiedad es administrar la propiedad de Dios. La propiedad tiene una limitación moral: no es para hacer lo que el hombre quiere, sino para hacer buen uso, para administrar bien lo que es propio de Dios, el propietario. Aquel que tenga mayor riqueza se le exige mayor deber. La acumulación de riqueza como fin es algo pernicioso, malo: la riqueza no es el fin del hombre, sino que es Dios.

En el mundo cristiano habrá dos vertientes:

El cristianismo primitvo dificulta la implantación del capitalismo. El capittalismo surge en el seno del cristianismo cuando éste reinterpreta la bonanza económica o acumulación de bienes y el trabajo. Si al cristiano le va bien en los negocios, es señal de que Dios está detrás prosperádole en todos los sentidos. Paralelamente se interpreta el trabajo y la profesión, no sólo como una necesidad y obligación (así lo interpretó la Iglesia primitiva), sino como una vocación divina, como un quehacer sagrado en el tiempo.

El capitalismo sustituirá el tiempo de trabajo sagrado en oro ("El tiempo es oro") y a Dios (insaciable e inalcanzable) en la idea de Progreso, adquiriendo también éste último la característica de infinito, sin límites e inalcanzable plenamente mientras se vive. El capitalismo se fundamenta igualmente en la inquietud, insatisfacción y necesidad, de tal forma que, para garantizar la insatisfacción de por vida, el mismo sistema genera nuevas necesidades. Calvino interpretará el progreso, la prosperidad y el éxito en los negocios y en las cosas profanas como señales de que Dios está con uno y le bendice. A mayor prosperidad mayor bendición y biceversa.

El socialismo se inspira en la primera comunidad cristiana que interpretaba el trabajo como una necesidad ("el que no trabaje que no coma". "Yo trabajo para ti y tu trabajas para mi", proponía Carlos Marx) y el producto del trabajo como una propiedad social: "Dad a cada cual de acuerdo a sus necesidades". Se ha dicho que Carlos Marx sustituyó la judería o el Pueblo de Dios por la clase obrera, núcleo redentor de la humanidad.

El espíritu del cristianismo en las ciencias de la conducta humana

Sólo en una universidad de espíritu cristiano como la de Hardward y en un país de raíces y vivencias cristianas como Estados Unidos pudo tener éxito el conductismo desarrollado principalmente por Skinner. El modelo conductista, en su forma más simple, explica toda conducta, en este caso la conducta humana, como resultado de estímulos. La modificación de una conducta dada no es otra cosa que la modificación de estímulos. Estimula la conducta deseada y, tarde o temprano, la obtendrás.

Skinner define al hombre como un animal estimulado por refuerzos y castigos. Esta definición es la misma de Lutero, pero desacralizada; se sustituye a Dios por refuerzos y a los diablillos por castigos. Ambos modelos son modelos manipuladores, donde la libertad en el sentido de soberanía y autonomía es una utopía, pura literatura. Si en Lutero y Agustín ser libre era ser esclavo de Dios, en Skinner ser libre es ponerse a la disposición o al servicio de un Buen Reforzador (el que refuerza las conductas esperadas por la sociedad). La conducta perversa, producto de reforzadores malignos, es paralela a la conduta endiablada bajo la influencia del Maligno.

El espíritu del cristianismo en la política

La vida política no es para el cristiano la realidad completa del ser humano, como para el griego, sino una necesidad de paso, una exigencia de Dios para y desde la cual realizarse. Toda realidad política es realidad humana, pero la realidad humana es también realidad religiosa: mi realidad no es todo política. La vida política es una exigencia personal. El orden de la vida política es para el cristiano como una acción dirigida a un fin trascendente. La presencia del cristiano en la vida política es una exigencia de Dios para hacer cumplir el orden establecido por Dios. La vida política es un deber.

La comunidad política es legítima y necesaria, pero no es suficiente. La suficiencia la da Dios. La comunidad política no sólo tiene que hacer el bien natural, sino hacer posible el bien de Dios, el bien trascendente, transpolítico. La vida política es la expresión de un mandato divino. Esta vida política no tiene justicia verdadera. La presencia de Dios es la que la hace justa. La vida cristiana supone vida política y vida eclesiástica. Es decir, la comunidad cristiana consta de de la comunidad política y de la comunidad eclesiástica o religiosa. El cristiano pertenece tensadamente a estas dos comunidades. La legitimidad de la comunidad política depende de que cumpla o no con la justicia, realización de una idea. Sólo la comunidad cristiana puede realizar la justicia, por consiguiente sólo es legítima y justa la comunidad cristiana, desde Crsito. Si no hay justicia (idea=real), hay comunidad política, pero no es legítima ni real. Este argumento lo elaboró San Agustín en el siglo IV. El gobernante verdadero es el hombre bueno y cristiano que hace posible la justicia desde Cristo, el deber establecido. Hasta aquí el pensamiento político cristiano.

La práctica y el discurso político puertorriqueños todavía no han superado el modelo cristiano. La libertad no se asocia con soberanía, sino con servidumbre. Es libre aquel pueblo que está bajo el cobijo de la Gran Nación. Salirse de esta influencia sería caer en manos del imperio satánico, la peor esclavitud de todos los tiempos. Sin pan, se pregona, no hay paz ni libertad. Es difícil, sino imposible, imaginarse un pueblo que no esté cabalgado por uno de los dos jinetes: el Imperio Benefactor y el Imperio Malhechor.

El ideal de los primeros cristianos que llegaron a tierras de Estados Unidos, no obstante haber confirmado en papel la separación de Iglesia y Estado, era regirse por las leyes del Creador al momento de legislar para el biehestar de la nueva sociedad. Cualquier legislación que contradijera la legislación divina no tenía posibilidades de éxito. Actualmente la voz de los representantes de las Iglesias, asociada con la voz de Dios, orienta y determina la trayectoria de la mayoría de las piezas legislativas. El ideal es convertir en ley civil y criminal los planes y las leyes divinas. La Iglesia y el Estado, para mayor gloria de Dios, no están separadas en la mente, en el corazón, ni en conducta y la actitud de la mayoría de los cristianos americanos y puertorriqueños. Aún más, en aquellos asuntos controversiales, se fuerza para que la legislación estatal se supedite al espíritu de la Iglesia.

Es típico escuchar de nuestros candidatos a la gobernación frases como ésta: "Dios es quien quita y pone gobernadores", "el gobernador es un enviado de Dios".

Cuando se adquiere un nuevo cargo, todavía se juramenta bajo el amparo de la presencia deYahweh, tal como lo hiciera Moisés para refrendar la confederación de las tribus judías desintegradas en el desierto…

-"Y así me ayude Dios".

-"Amén"