Relación maestro-estudiante

en la era de información

 

Prof. J. Quintana

 

“Te he dicho, Menón, que no hay enseñanza.... Yo no enseño nada, sino que pregunto todo. Es el alumno quien recupera de sí y por sí mismo el conocimiento”. Platón: Menón, 81-86

“Soy estéril en sabiduríaNo respondo nada a las preguntas porque no tengo nada sabio que decir, el dios me denegó el dar a luz… Y si mis discípulos progresan mucho, no es porque lo aprendan de mí, sino porque ellos descubren y engendran por sí mismos muchas y bellas cosas”. Platón: Teteo, 149-150. 

 

1.      Preliminares

La cultura de imágenes y la cultura digital está suplantando a la cultura escrita.

a.      Del “homo sapiens” al “homo videns” y “homo digitalis”

Medios y las herramientas del “homos sapiens”:

­       Piedra, pizarra, papiro, papel, libro, libreta...

­       Pluma, grafito, tiza, lápiz, dactilógrafo, linotipia, cámara, tipografía, estarcido...

Medios y herramientas del “homo videns”:

­       TV, proyectores, transparencias, diapositivas, vídeo, cinta, grabadora, fotocopiadora...

Medios y herramiewntas del “homo digitalis”:

­       Multimedios, hipermedios, hipertextos, disco, Internet, e-mail, audio-chat, video-chat, video-conferencia, e-libros, e-documentos, TV digital, cámara digital, Satélite scanner, lápiz óptico...

­       PC (con sus dispositivos de Entrada y Salida), programas, palm...

b.      Del paradigma tradicional al paradigma informacional

Paradigma tradicinal

El maestro como figura deslumbrante.

­       Religioso. Hasta finales de la Edad Media, el maestro venía siendo un reflejo del Maestro. “Sabio, dirá Agustín, es aquel que ama a Dios”. De aquí el respeto, la autoridad y la sapiencia adjudicada que ha acompañado al docente en todas las culturas y sociedades humanas, casi hasta nuestros días.

­       Racionalismo ilustrado. El racionalismo ilustrado desacraliza el paradigma tradicional, saca a Dios de la “base de conocimiento”, pero no lo supera, manteniéndose el saber de forma aristocrática, dispar

En estos modelos tradicionales, el maestro debe ser una persona virtuosa (excelente) en todas las áreas de la vida y del saber. Buen padre, buena madre, buen esposo(a), buen hijo(a), buen ciudadano y, además, sabio. En la medida que el aprendizaje depende del docente y la escuela siga siendo una proyección del hogar, el docente y el personal relacionado con la enseñanza asumirán fácilmente el rol de padres y de madres. El estudiante, camino a la escuela, deja atrás un padre y una madre, pero al entrar a la escuela se encuentra con el nuevo hogar, pero ahora con un sinnúmero de padres y de madres. El paternalismo y el maternalismo en la docencia van a la par con el paternalismo en la profesión de la medicina.

Paradigma informacional

Hoy ya están presentes todas las condiciones para la instauración del paradigma informacional. En este paradigma, se democratiza el acceso a la base experta de conocimiento. Estudiante y maestro están en condiciones simétricas, a la misma distancia, respecto al conocimiento. Hay una resistencia por parte de los administradores de la educación y de los mismos docentes a demorar la puesta en práctica de este paradigma. El paradigma digital demanda otros principios morales distintos a los del paradigma tradicional. En este modelo, el paternalismo docente se sustituye por los principios de autonomía y responsabilidad.

2.      Aprendizaje

a.      El estudiante tradicional

El estudiante tradicional camina paralelo al docente tradicional. Si el maestro es quien sabe el contenido de su disciplina, quien tiene contacto directo con la base del conocimiento (si no es la fuente del conocimiento, bebe directamente de ella), sólo él es quien debe enseñar. ¿Enseñar a quién? Al que se supone que no sabe, al desinteresado e indiferente por el aprendizaje, al perdido, al que no se vale por sí mismo, al que no sabe reflexionar, analizar ni profundizar, al que se preocupa por la diversión más que por el estudio y los exámenes, al que asiste mecánicamente a la clase y escucha pasivamente, en fin, al estudiante.

 

No es fácil salir de esta forma de entender la enseñanza y el aprendizaje. Hay muchos elementos mitológicos y sacralizantes en la tarea pedagógica. Hubo una época de la humanidad occidental en la que el pedagogo, el que lo sabía todo, era una persona sagrada y divina; mientras que el aprendiz era un ignorante, quien para salir de su ignorancia era necesario someterse a las enseñanzas del gran maestro.

b.      El estudiante del siglo XXI

Se avecina una nueva generación de escuelas y de universidades en la que el estudiante ocupa el núcleo del nuevo modelo de enseñanza. Este nuevo modelo se centra en el aprendizaje, enfatiza el aprendizaje individual y cooperativo, y compromete a los que aprenden a dirigir su propio aprendizaje y a evaluar su propio progreso. Los estudiantes participarán en la selección de las tareas a ser aprendidas. El estudiante interactuará con el maestro, con los sistemas electrónicos y con otros estudiantes. En este paradigma, el estudiante asume mayor responsabilidad por su aprendizaje propio y tiene entrada directa a la información o base de conocimiento.

 

El estudiante del siglo 21 deberá tener habilidad para estudiar tanto en el salón de clase (lugar de aprendizaje tradicional) como en línea. Las características que ha de poseer este nuevo estudiante, si quiere tener éxito, serán las siguientes:

­       Independiente, aprendiz activo.

­       Que le guste trabajar en grupo y también solo.

­       Que pueda organizar y manejar bien el tiempo.

­       Con gran habilidad verbal.

­       Culto.

­       Que tome riesgos y sea creativo al resolver problemas.

­       Que se comprometa con los compañeros y con el proceso del grupo.

­       Que se sienta cómodo con los ritmos sincrónicos y asincrónicos.

b1. Principio de autonomía

Podría pensarse que la enseñanza paternalista, la que genera buena dosis de dependencia del estudiante con el docente, no contradice el principio de beneficencia. Que la enseñanza paternalista es la tiene más éxito y aceptación en los centros escolares, al menos la que menos conflictos genera entre estudiantes y docente, y entre docente y administración.

“El principio de beneficencia lleva consigo una evidente falta de simetría en la relación entre el profesor y el alumno: uno sabe y el otro ignora, uno enseña y el otro aprende. Cuando esa inicial falta de simetría se fomenta y pretende mantener en forma de dependencia permanente, se cae en el paternalismo. Hay que tender a hacerla disminuir en lo posible... El maestro de primaria mucho más que el maestro de secundaria y de universidad tienen que saber renunciar a determinadas formas de actuación que representan un uso indebido de la posición de poder que ostentan” (Hortal, 200).

Estos abusos de poder pueden traducirse en abusos deslumbrantes, malos tratos, manipulación, engaños. El principio del discurso junto con el de autonomía plantan las bases para iniciar la salida del paternalismo.

 

Este principio de autonomía promueve el respeto a la persona y la igualdad entre los componentes del proceso de enseñanza y aprendizaje, igualdad de la que carecen los paradigmas tradicionales. Reconoce que el estudiante es persona, un interlocutor válido, con derechos y con capacidad para participar en el proceso del aprendizaje y de las reglas a establecerse en el aula, para levantar la mano y pedir la palabra y no un destinatario de servicios y ayudas, un número más (objeto) para balancear el presupuesto asignado. La meta es que el estudiante, teniendo en cuenta su desarrollo de crecimiento, pueda ejercer por sí mismo su autonomía en plenitud de derechos, capacidades y responsabilidades.

b2. Principio de responsabilidad

En la era digital, la responsabilidad y la honestidad son esenciales. Nunca antes era tan fácil aparentar ser lo que no se es. El estudiante responsable responde de su propio aprendizaje (aprende porque quiere aprender), sin escatimar esfuerzos; el estudiante autónomo aprende por sí mismo y crea conocimiento nuevo. En lugar de copiar y "pegar" o escribir/decir lo que otros han escrito/dicho sin dar cuenta de (sin saber) lo que se escribe/dice, el estudiante autónomo produce documentos personales, produce opinión, elabora notas personales, escribe artículos, cuentos, reflexiones, preguntas, busca, investiga, participa en las clases y en la preparación de exámenes, desarrolla informes orales y presentaciones sobre el contenido del curso con dominio, usando palabras propias e inteligibles.

 

El poder adjudicado al estudiante de cara al aprendizaje requiere una responsabilidad equivalente. A mayor poder, mayor responsabilidad. Es necesario que el estudiante esté consciente de su poder y de la responsabilidad que conlleva dicho poder.

 

Autonomía, independencia, responsabilidad, productividad, todos ellos son valores críticos y esenciales para obtener éxito en nuestra sociedad. Llegar a ser autónomo significa apuntalar la propia personalidad y construir la propia realidad. La autonomía se logra cuando construyes y asumes tu propio aprendizaje. Ser autónomo equivale a ser el arquitecto de tu propio aprendizaje.

 

La autonomía no baja del cielo, se fundamenta en la responsabilidad y en la fuerza de voluntad. El estudiante que se hace responsable y se compromete, toma las riendas de su destino personal, le será fácil estudiar por cuenta propia sin que nadie le estimule y se enfrentará exitosamente a cualquier dificultad y obstáculo que se presenten en su carrera.

3.      Enseñanza

Todos los educadores coinciden que la educación va más allá de la transmisión de conocimiento, la de estimular el aprendizaje y las capacidades cognoscitivas y ocupacionales. Cuando se está frente a un ser humano, cara a cara, no se puede desatender moralmente las otras áreas de su ser, principalmente las áreas emotiva y estimativa (valores) que inciden necesariamente en el crecimiento intelectual y en el desarrollo pleno de su vida. La formación de personas exige la implicación como personas. Educar es también formar, enseñar a vivir.

a.      La enseñanza descentralizada

Estamos acostumbrados a asociar la enseñanza y el aprendizaje en un espacio  específico –escuela, universidad– y un tiempo muy definido (a cada tipo de sociedad corresponde una forma de concebir el saber). Esto ha creado en el postmodernismo un problema social y ético: el ser humano que no haya participado en los proyectos de ese espacio y tiempo, su futuro, las oportunidades de desarrollo y los proyectos dignos de su vida se convierten en una utopía. Ya no se puede vivir ni entender el mundo sin pasar por la escuela (hay quienes piensan que el aprendizaje más significativo trasciende el “espacio y tiempo escolarizados”). Cuando no había escuelas, el aprendizaje era tan eficiente y abarcador como el de ahora: se aprendía a vivir viviendo, a coser cosiendo, a curar curando.

 

Pero ha aparecido un nuevo espacio, sin medidas y sin centro: el ciberespacio. El ciberespacio del aprendizaje aparece fascinante: Frente a la ordenada realidad virtual multicolor llena de acción, el viejo mundo de la vida empalidece como una aburrida pantalla en  blanco y negro. La copia se transforma en un ejemplo a seguir para la realidad. El acceso a la mayoría de las bases de datos y de los sitios de información profesional es gratuita y si protocolos.

b.      Nuevo estudiante exige nueva metodología y nuevas técnicas en la enseñanza

­       Enseñar en la era informacional requiere una nueva forma de enseñar

Nuevas tecnologías en el aula. Integración de multimedios. Todo digital: Sin papel, sin libreta, sin lápiz, sin tiza, sin pizarra...

­       Principio de beneficencia

La enseñanza es para el bien del que aprende y no del que enseña. Es responsabilidad del que enseña que el bien del aprendizaje ocurra teniendo en cuenta las características propias de los que aprenden. Esta responsabilidad no se satisface ofreciendo las clases, llevando el registro, dando exámenes y entregando las notas al final del término. Estas actividades podrán satisfacer las necesidades del centro educativo, pero no las del estudiante.

 

De este principio de beneficencia se deriva un grupo de deberes, entre ellos están los de saber enseñar, ayudar a aprender, dominar lo que se enseña, actualización del contenido de la enseñanza, dominar y utilizar la nueva tecnología, facilitar el aprendizaje, permitir que sea el estudiante quien “enseñe” (que emita el discurso y exprese sus ideas; pues quien enseña aprende más), desarrollar en los estudiantes aquellas cualidades necesarias para el éxito en la siguiente generación, y otros deberes que el grupo profesional considere relevantes.

­       Principio del discurso

El paradigma tradicional provee para el diálogo entre el docente y el estudiante. Pero el diálogo que se da es un diálogo jerárquico, desigual, y que por ser dispar termina la mayoría de las veces en monólogo, esto es, hablando quien ostenta mayor poder, que es aquel que el grupo piensa que sabe más. Platón, con el ejemplo de la comadrona, deja claro sus intenciones: sacar al estudiante de las gradas de los espectadores ­–de los pupitres– y colocarlo en el centro del aula para que ante todos saque, de a luz pública ­lo mejor que tiene dentro de sí –exponiendo, argumentando, presentando, discutiendo–. Y eso ya es mucho, si observamos cualquiera de nuestras aulas, generalmente sucede lo contrario: uno o una es quien da a luz o ilumina –el docente– y el resto de los componentes, –los estudiantes–, observan desde las gradas.

 

Todos los afectados por el proceso de enseñanza y aprendizaje –maestros/as, estudiantes, administradores, orientadores, enfermeros/as– son componentes comunicativos capaces de argumentar racionalmente y alcanzar acuerdos racionales y razonables, porque son sujetos morales con autonomía y con dignidad. El estudiante es un interlocutor válido que debe ser reconocido por cuantos pertenecen a la comunidad docente; la idea de igualdad y de simetría se torna ahora comunicativa, en cuanto que ninguna persona, ningún interlocutor válido puede ser excluido de la argumentación cuando ésta versa sobre normas que le afectan. Estas normas pueden ser procedimentales, procesales y morales y han de versar sobre la calidad de la enseñanza y del aprendizaje. Se trata del principio del discurso de Habermas (1992): “Sólo son válidas aquellas normas de acción con las que podrían estar de acuerdo todos los posibles afectados como participantes en un discurso práctico”.

­       Principio de justicia

La justicia es dar a cada uno lo que le corresponde. El aula es un espacio en el que se puede cometer toda clase de injusticias. Existen dos dimensiones en las que el profesional de la educación se siente impotente para manejar la justicia en el aula: la dimensión de la injusticia social (por un lado la educación promueve el ascenso social, la elevación o la pérdida del status social; y por otro es uno de los factores determinantes que generan desigualdad y marginación social) y la dimensión de la injusticia en la evaluación del aprendizaje (frecuentemente se evalúa la presencia  [sic], la responsabilidad y buena conducta, en lugar del aprendizaje; las pruebas no necesariamente miden lo que queremos medir; la llamada objetividad de la prueba es un mecanismo para acallar la conciencia; no se proveen mecanismos para respetar el estilo ni el ritmo del aprendizaje...).

 

De este principio pueden derivarse distintos deberes. El primero y más genérico es el de cumplir con el deber de educador, que es el “deber de todos los deberes”: enseñar, y enseñar supone, además, saber enseñar. Otro deber es el de promover mediante la enseñanza unas condiciones sociales más justas para esta generación y las generaciones futuras. El centro educativo, como la sociedad, también es un vivero de injusticias; el aula completa, educador y educandos, han de establecer un diálogo entre los afectados, los expertos (si fuera necesario) y los administradores.