FILOSOFÍA DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL

Dr. J. Quintana

El hombre siempre ha tratado autoreproducirse. La historia humana está llena de intentos de construir inteligencias artificiales. Uno de los ejemplos más típicos de hacer hombres artificiales es la mitología griega. Hefesto, el dios del fuego y el herrero divino, arrojado del Olimpo por su madre Hera, quedó tullido (otras versiones dicen que nació inválido) y tuvo que construir asistentes (hoy diríamos robots) que lo ayudaran a caminar y a trabajar en la fragua:

Son doradas, y tienen la apariencia de jovencitas vivientes. Hay inteligencia en sus corazones, y hay lenguaje en ellas y fuerza y han aprendido a hacer las cosas de los dioses inmortales (Lattimore, 1951)

En el taller de la fragua nacieron muchos otros autómatas, entre ellos veinte trípodes que se desplazaban sobre sus ruedas doradas a los banquetes del Olimpo y volvían luego a casa. Zeus encargó a Hefesto que creara a Talos, un hombre de bronce que patrullaba por las playas de Creta tres veces al día, para regalarselo a Europa.

Dédalo era un artesano genial que hizo muchas de las estatuas vivientes que abundaban en la antigüedad, "estatuas que respiraban y parpadeaban y, en algunos casos, se escondían" (McCorduck, 1991).

En el Egipto helénico los autómatas o estatuas de los dioses hablaban, se movían y profetizaban. Eran usados en representaciones religiosas con el propósito de infundir respeto y enseñar. Funcionaban con mercurio o con energía hidráulica y a veces era el sacerdote quien movía los hilos. Se suponía que esas estatuas poseían una especie de alma llamada ka, que podía representar un dios o una persona muerta.

Cohen (1966) cuando habla de estas estatuas animadas afirma que "tienen sentidos y espíritu. Al descubrir la verdadera naturaleza de los dioses, el hombre ha podido reproducirla..., incapaz de poder crear almas, el hombre ha invocado a las almas de los demonios y los ángeles y, mediante rituales sagrados, las ha infundido en las estatuas que de esta forma han adquirido el poder de hacer el bien o el mal". ¿Se trata de magia? Magia o fantasía, lo cierto es que otras realidades no humanas hace lo que el hombre puede hacer y en algunos casos van más allá del poder humano.

En el Papa Silvestre II de la Edad Media convergen la vertiente de los autómatas (artefacto -los trípodes de Hefesto- dotado de capacidad de autolocomoción, y cuando es semejante a los seres humanos se le conoce como androide) y la de las computadoras. A Silvestre II, antes de ser Papa, se le atribuía la construcción de una estatua con una cabeza parlante. "No hablaba a menos que se le hablara a ella -escribe un observador del siglo XII citado por Cohen (1966)- pero entonces decía la verdad, respondiendo a las preguntas afirmativa o negativamente. Por ejemplo, cuando Gerbert (así se llamaba Silvestre II antes de ser Papa) decía ¿Seré Papa?, la estatua respondía . ¿Voy a morir antes de cantar misa en Jerusalem? No" A este Papa se le atribuye la introducción del ábaco en Europa luego de haber aprendido a usarlo de los árabes en España. Hasta la llegada de Silvestre II los europeos se habían dedicado a investigar las propiedades de los números individuales en lugar de su combinación (Bowden, 1953). Von Boehn (sin fecha), comenta que Alberto Magno, maestro de Tomás de Aquino, poseía una cabeza parlante de bronce, y era como "una mujer encantadora que podía hablar". Tomás de Aquino la quemó al morir su maestro.

Durante el apogeo de la ciencia árabe, siglos VIII-XII, un grupo de astrólogos árabes construyeron una máquina pensante a la que pusieron el nombre de zairja. Este instrumento, producto de la idea de que el pensamiento humano puede mecanizarse, estaba basado en un esquema en el que las veintiocho letras del alfabeto árabe representaban las veintiocho clases de ideas de la filosofía árabe. Combinando los valores numéricos asignados a las clases y a las letras, se llegaba a algunas intuiciones valiosas (McCorduck, 1991).

A finales del siglo XIII, el misionero mayorquín Ramón Llull se va al norte de Africa a convertir musulmanes para la causa del cristianismo. Termina enamorándose de la cultura árabe y diseña una versión cristiana de la zairja a la que dio el nombre sugestivo de Ars Magna ("Arte Magno" o "Arte General"). Cohen (1966) la describe como una máquina lógica que pretendía inducir a la razón a tratar cualquier tema y, de esta forma, llegar a la verdad sin tener que pensar o encontrar hechos. Llull sostenía que era un esquema perfecto e indestructible, inspirado por Dios. Utiliza una serie de categorías de conocimiento y facultades colocadas en segmentos de círculos concéntricos, que pueden coincidir en distintas combinaciones, para dar respuesta a cuestiones de teología, metafísica, moral, medicina (Llull, 1987):

"¡Dios glorioso! por a Vos amar

este Arte General aplicar

queremos a las especiales

ciencias que son tales:

una es Teología,

otra es Filosofía.

Lógica, Derecho y Medicina,

con ellas la Retórica se cita,

y Moral también pondremos

así lo verdadero mostremos.

Y lo hacemos por la razón

de mostrar la aplicación

del Arte General en cada una,

que a todas las aúna,

y por ellas se aprende

en tiempo breve y se retiene."

El aparato consistía en varios discos giratorios, probablemente de metal y cartón, y la descripción que Llull hizo del mismo fue lo bastante impresionante como para que tanto Leibniz como Hegel se refirieran al mismo (Gardner, 1985) e inspirara la descripción que hace Jonathan Swift del Ars Magna en Los viajes de Gulliver.

Paracelso (1403-1541) era médico y tuvo una cátedra de física y cirugía en Basilea. Creó un homúnculo u hombrecillo, el cual no sólo vivirá sino que tendrá inteligencia y con capacidad de ser adiestrable. "Seremos como dioses. Duplicaremos el mayor milagro de Dios, la creación del hombre", solía repetir Paracelso. He aquí la receta del homúnculo:

Si el esperma dentro de un vaso herméticamente cerrado, se entierra en estiércol de caballo durante unos cuarenta días y se magnetiza adecuadamente, empieza a vivir y a moverse. Después de este período, adquiere la forma y apariencia de un ser humano, pero será transparente y sin cuerpo. Si en ese momento se le alimenta artificialmente con el arcano de la sangre humana hasta que tenga unas cuarenta semanas, vivirá.

(Rosen, 1959).

Cuarenta años después de la muerte de Paracelso, exactamente en 1580, el rabino Judah ven Loew creó también una especie de hombre artificial hecho con arcilla llamado Joseph Golem para que le sirviera de espía contra los gentiles y le informara de todas las tramas contra los judíos. Para que tuviera vida fue necesario escribir en su frente el "Santo Nombre". Cuando Joseph Golem no estaba ejerciendo como espía, era utilizado como una especie de guardián del templo. Podía recibir órdenes de otras personas, además del rabino. Un día, durante la preparación del Sabath, la esposa del rabino pidió a Joseph Golem que trajera agua del pozo. Dado que las instrucciones de la esposa del rabino no fueron lo suficientemente específicas, Golem empezó a traer todo el agua del pozo. Fue necesario que el rabino interrumpiera las oraciones para evitar una inundación.

Elijah de Chelm hizo un Golem a mediados del siglo XVI, y Norbert Wiener, pionero de la "cibernética", escribió un libro sobre automatización titulado Dios y Golem.

A partir del siglo XVI los autómatas comenzaron a proliferar por todas partes: relojes sofisticados, estatuas mecánicas, figuras humanas que hacían reverencias y saludaban, caminaban o golpeaban un gong en un momento preciso y predecible, ninfas mecánicas a las que daban caza sátiros mecánicos. El ambiente está preparado para que, al menos los animales, según Descartes, sean vistos como máquinas.

Lo narrado hasta aquí tal vez tenga más de ficción, magia y alquimia que de filosofía y ciencia. En algunos casos la distinción entre un saber y otro no es clara y las líneas divisorias del continuo ficción-ciencia aparecen diluidas.

Con Descartes, padre del racionalismo moderno, adquiere ímpetu el movimiento, iniciado por los griegos, que concibe el pensamiento en términos de mecanismos. Descartes deduce del "Pienso, luego existo" la distinción, en el hombre, entre sustancia pensante, o alma, y sustancia extensa, o cuerpo. Este cuerpo humano, como el resto de los cuerpos, es independiente del alma y se rige por leyes mecanicistas. Las dos sustancias se unen indisolublemente mientras vivimos, pero son independientes, aunque se interaccionan. Descartes situó el punto de contacto entre las dos sustancias en la glándula pineal. Sólo existen dos clases de actos humanos: mecánicos y racionales. Los actos mecánicos son aquellos que podían ser imitados por los autómatas: caminar, comer, tocar la flauta... Los racionales, por el contrario, no podían ser imitados: amar, odiar, juzgar, querer. Descartes ha sido influenciado por los autómatas que proliferaban en toda Europa. La analogía del cuerpo humano y de toda la realidad extensa con los relojes era irresistible: ...y es exactamente tan natural para un reloj compuesto de tales y tales ruedas el marcar el tiempo como para un árbol el nacer de tal semilla y producir tales frutos...El movimiento que acabo de explicar (se refiere Descartes a la circulación sanguínea) se sigue tan necesariamente de la disposición misma de las partes, según puede observarse a simple vista en el corazón y del calor que puede sentirse en los dedos, como el movimiento de un reloj se sigue de la fuerza, la situación y la forma de los contrapesos y ruedas (Descartes: Principios de Filosofía). Los seres humanos son máquinas maravillosas, como los animales, la única diferencia es que poseen una mente.

Según Descartes, había dos tipos de ideas: las ideas derivadas y las innatas. Las primeras provenían directamente de la experiencia sensorial; mientras que las ideas innatas se elaboraban al margen de la experiencia sensorial, uno nacía con ellas, parecido a lo que ahora se denomina pensamiento "preprogramado", que puede incluir o no la capacidad de adquirir lenguaje.

Descartes separó la mente del cuerpo, pero dejó sin resolver de forma satisfactoria la interacción entre ambas sustancias. Los siguientes pensadores, entre los cuales se encuentra Leibniz, harán un intento para resolverlo. Leibniz inventó el cálculo integral y diferencial y perfeccionó la máquina de calcular de Pascal, pues opinaba que "no merecía la pena que hombres muy valiosos perdieran su tiempo calculando como si fueran esclavos, si podía hacerlo cualquier otra persona con una máquina". Leibniz afirmó que mente y cuerpo estaban separados, pero con una correspondencia perfecta y sincronizada, dándose sentido mutuamente en un sistema de mónadas (unidades aisladas) correspondientes, relojes a los que se da cuerda para permanecer unidos toda la eternidad.

Leibniz anhelaba un lenguaje científico universal en el que los científicos pudieran intercambiar ideas, y comprendió que para poder manejar este lenguaje se necesitaba el cálculo del razonamiento. El cálculo facilitaría el proceso lógico de análisis y síntesis mediante los fonogramas del lenguaje ordinario por ideogramas concisos y apropiados. Leibniz reconoció la necesidad de expresar simbólicamente no sólo las proposiciones de la lógica, sino también las relaciones entre ellas.

Newton había declarado en el prefacio de los Principia: "Me gustaría que pudiéramos derivar el resto de los fenómenos de la Naturaleza mediante el mismo tipo de razonamiento, a partir de principios mecánicos." Hobbes le sigue los pasos y trata probar que cada aspecto del comportamiento humano es la evidencia de un movimiento interno provocado, no por la gravedad, sino por el miedo y el propio interés. Hobbes fue también quien observó las asociaciones de las ideas en la mente, que los pensamientos están unidos entre sí de una manera no necesariamente lógica, sino más bien mediante asociaciones extrañas y contingentes.

A raíz del dualismo cartesiano, la princesa Isabel de Baviera le hizo dos preguntas a Descartes: ¿Cómo es que la voluntad puede ser el origen de un movimiento corporal? ¿Cómo es que el cuerpo puede ser el origen de un dolor en el alma?. La respuesta satisfactoria a estas preguntas no llega hasta el 1747, cuando un médico francés llamado Julien Offray de La Mettrie estableció que los procesos mentales de una persona estaban profundamente conectados con su estado físico. Ahora no sólo el cuerpo es una máquina, también lo es la mente. En su libro El hombre máquina proporciona evidencia de que las sustancias físicas afectaban al pensamiento: dieta, embarazo, drogas, fatiga. Para La Mettrie, el pensamiento es esencialmente de naturaleza simbólica, y, "a medida que el sistema de codificación crece en complejidad y precisión, el pensamiento se hace más claro y exhaustivo, o simplemente más verdadero" (Vartanian, 1960).

El enciclopedista Diderot, ahijado espiritual de La Mettrie, investigará con más amplitud la relación entre los seres humanos y las máquinas y los hombres como máquinas. Terminará también proponiendo que la tecnología deberá humanizarse. A finales del siglo XVIII Cabanis afirmará apenas sin oposición que el cerebro humano no es otra cosa que un simple órgano que ha de ser estudiado y comprendido, que digería impresiones sensoriales y secretaba pensamiento.

Kant (1724-1804) asumirá una posición antimecanicista, pero hizo una gran aportación a la teoría del conocimiento. En la Crítica a la Razón Pura defiende que la mente tiene principios o formas a priori que hacen que las cosas del mundo exterior se ajusten a esos principios o formas. Es decir, a las cosas no se las conoce tal como son en sí, sino tal como han sido amoldadas por la mente mediante los principios a priori; la configuración del mundo es función de nuestras mentes, y no del propio mundo. Las investigaciones actuales sobre el cerebro parecen confirmar algunos aspectos de la teoría de Kant. Como dice Seymort Papert citado por McCulloch (1965):

La doctrina de Kant no podía ser traducida en términos materiales ni ser desarrollada adecuadamente con una base clara, lógica, sin los conceptos de representación y computación que no iban a surgir hasta nuestros días... Finalmente tuvo que darse una división entre la psicología, que estaba basada en el mecanismo pero era incapaz de llegar a alcanzar las propiedades complejas del pensamiento, y la filosofía, que tomó en serio las características del pensamiento, pero no pudo gozar de ningún mecanismo concebible.

La expresión simbólica que hiciera precisa la representación de los términos de un silogismo, iniciada por Leibniz, llega al desarrollo máximo con George Boole, quien estableció los fundamentos de la actual lógica simbólica en la obra Una investigación acerca de las leyes del pensamiento en las cuales están basadas las teorías matemáticas de la lógica y las probabilidades, publicada en 1854. Dice en el prefacio: "Las leyes que tenemos que examinar son las leyes de una de nuestras más importantes facultades mentales. Las matemáticas que tenemos que construir son las matemáticas del intelecto humano." El sistema de Boole tenía "símbolos electivos", entendiendo por ello denominaciones arbitrarias para clases de cosas existentes, y "leyes del pensamiento", las reglas para operar sobre estos sistemas electivos, reglas que, como elemento más significativo, contendrían un álgebra de los números 0 y 1.

Shannon, estudiante del MIT (Instituto de Tecnología de Massachusetts) utilizará en 1937 el álgebra booleana para describir el comportamiento de los circuitos de transmisión y de conmutación. Si las leyes del pensamiento podían describir el comportamiento de los circuitos electrónicos, éstos podían describir el pensamiento.

En 1958, John McCarthy propuso dotar a todo el conocimiento humano de una representación formal, homogénea, el cálculo de predicados.

REFERENCIAS

Bowden, B.V. (1953). Faster than Thought. Londres: Sir Isaac Pitman.

Cohen, J. (1966). Human Robots in Myth an Science. Londres: Allen and Unwin.

Gardner, M. (1985). Máquinas y Diagramas Lógicos. Madrid: Aliaza.

Lattimore, R. (1951). Homer's Iliad. Chicago: University of Chicago Press.

Llull, R. (1987). Aplicación de la Ciencia General. En I. de Puig y J.M.a Terricabras (Eds), Textos de Filosofía Sic. Barcelona: Editorial Vicens-Vives

McCorduck, P. (1991). Máquinas que piensan. Madrid: Editorial Tecnos.

NcCulloch, M.(1965). Embodiments of Mind. Cambridge, Mass: MIT Press.

Rosen, S. (1959). Doctor Paracelsus. Boston: Little Brown

Von Boehn, M. Puppets and Automata. New York: Dover Books.

Vartanian, A. (1960). La Mettrie's L'Homme Machine. Princeton, NJ: Princeton University Press.



Universidad del Sagrado Corazón

Maestría en Sistemas de Instrucción y

Tecnología Educativa

Departamento de Educación



























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Juan Quintana









































Prof.: Dra Carmen Padial